La piel que deseo es la tierra entera
con sus cabellos de acuarela para pintar
unos labios sonrientes.
Esa tierra que anhelo se eleva imposible
a los ojos del hombre
lejos de su imaginación
y su poesía hiere mortal, sin dejar espacio
apenas para cielo alguno.
Porque la tierra es vasta en sus parajes,
donde es ínfima para lo infinito,
hipérbole para mañana,
suficiente e imprescindible para arrancar
aquel bello cielo que quiero.
Y así cuando llores de júbilo, llueva sobre las hojas de mi tierra y se inunde
desde mis pies hasta mi garganta. Y ese único grito que quede sea de
felicidad.
Autor: Nicolás Maturana
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