La sonrisa del viento se acentúa con tu voz.
La paz, cada vez más inerte, desconoce mi ubicación.
¿Qué es la que oculta esa piel de jabón?
Ahora alego un camino de dos.
Engañas con tus ojos, distorsionas mi realidad.
Tu luz en mí sólo genera oscuridad.
Rompes mis ideales como si fueran de papel,
lo peor es que me gusta, ¿Qué más le puedo hacer?
Luz, dolor, cubren toda mi faz,
temor, tiemblo, ¿Dónde has de estar?
Te busco y no encuentro, ¿Dónde he de quedar?
Todas esas sonrisas ya se han ido con el mar.
Autor:Tatá
lunes, 29 de septiembre de 2014
Nube
Como estrella en el cielo, luz cegadora
Brilla tu ausencia en mi ventana,
en mi puerta, en mi alma.
En antaño luz, en presente fuego;
vida en carne, mar y truenos.
Duermen tus ojos éste día,
descansa nuestra alma muerta.
Benditos sean los que lloran, los que ríen,
los que añoran, los que aman, los que lloran.
Negra es la flor que me entregaste,
maldita y dolorosa.
Negros son los llantos que del cielo caen, del cielo vienen, del cielo mueren.
Nube linda, yo te miro.
Abrigo fuiste en el mañana
¿Qué será de mi camino?
Qué se yo, no se nada.
Autor: Tatá
Brilla tu ausencia en mi ventana,
en mi puerta, en mi alma.
En antaño luz, en presente fuego;
vida en carne, mar y truenos.
Duermen tus ojos éste día,
descansa nuestra alma muerta.
Benditos sean los que lloran, los que ríen,
los que añoran, los que aman, los que lloran.
Negra es la flor que me entregaste,
maldita y dolorosa.
Negros son los llantos que del cielo caen, del cielo vienen, del cielo mueren.
Nube linda, yo te miro.
Abrigo fuiste en el mañana
¿Qué será de mi camino?
Qué se yo, no se nada.
Autor: Tatá
Vacío
Oscura, oscura es tu presencia, que casi inerte, no se presenta por aquí.
Oscuros, oscuros son los días que pasan como sombras de muertos.
Dime, ¿Cuándo fue que la luz radiante de tu clara y cálida sonrisa, se transformó en una oscuridad sin brillo; reinada por las nubes negras?
Tal vez fui yo, el que con un soplido destrozó cada grano de esperanza en tu miserable entender,
¡Dímelo!, ¿Qué sentías por mí?
El tren de la lluvia, a punto de salir, exclama con fervor el que tú eres su única pasajera, una pasajera que va a un viaje sin retorno,
a un lugar remoto, a una negra sociedad.
Aún recuerdo cuando nuestras sombras se enredaban cual nudo, y bailaban como si la luz se apiadase de ellas,
cuando las manzanas podían oír el canto del viento aún calmado y tranquilo,
cuando, aún, tus labios de frutilla se conectaban con mi aura, que ahora ahogada ya ni puede conectarse nada más que con su adicción.
En un acto fugaz escribo lo primero que se me viene a la mente, y con estas palabras mi silencio rotundo es inminente, "Soy el vacío, una hoja sin escribir".
Autor: Tatá.
Oscuros, oscuros son los días que pasan como sombras de muertos.
Dime, ¿Cuándo fue que la luz radiante de tu clara y cálida sonrisa, se transformó en una oscuridad sin brillo; reinada por las nubes negras?
Tal vez fui yo, el que con un soplido destrozó cada grano de esperanza en tu miserable entender,
¡Dímelo!, ¿Qué sentías por mí?
El tren de la lluvia, a punto de salir, exclama con fervor el que tú eres su única pasajera, una pasajera que va a un viaje sin retorno,
a un lugar remoto, a una negra sociedad.
Aún recuerdo cuando nuestras sombras se enredaban cual nudo, y bailaban como si la luz se apiadase de ellas,
cuando las manzanas podían oír el canto del viento aún calmado y tranquilo,
cuando, aún, tus labios de frutilla se conectaban con mi aura, que ahora ahogada ya ni puede conectarse nada más que con su adicción.
En un acto fugaz escribo lo primero que se me viene a la mente, y con estas palabras mi silencio rotundo es inminente, "Soy el vacío, una hoja sin escribir".
Autor: Tatá.
Canto
Cantan tus ojos en mi ventana,
día a día los aprecio allí.
¿Cantan mis ojos en tu ventana?
¿Cantarías tú por mí?
Autor: Tatá.
día a día los aprecio allí.
¿Cantan mis ojos en tu ventana?
¿Cantarías tú por mí?
Autor: Tatá.
domingo, 28 de septiembre de 2014
¿Quién sabe?
Te tengo una pregunta
Quisiera saber si lo sabes.
Pero ¿Cómo saberlo?
¿Cómo saber si lo sabes...o no lo sabes?
¿Cómo saber si todos lo saben, o nadie lo sabe?
Y cuando se supone que lo sabes, ¿Cómo lo sabes?
Alguien te dice que lo sabes,
o quizá no.
Quizá algo aparece, y así lo sabes.
Puede que algo cambie y entonces ahí si que lo sabes.
Pero que pasa si nada de esto pasa,
¿Cómo lo sabrás?
Quizá nunca sabrás lo que pasa,
pero de algún modo lo sabes,
sabes que algo paso ,
que alguien cambio,
o que TODO cambio.
Pero como saberlo.
Quizá....
Quizá no se supone que sepamos.
Quizá nuestro trabajo sea ese.
Hacer las cosas, sin saber lo que hacemos.
O quizá lo sabemos,
Y lo pensamos un millón de veces al día,
Pero lo sabemos.
Si sospecharlo nunca.
Sin saberlo nunca.
Pero... ¿Cuánto tiempo sabremos sin realmente saber?
Autor: CHIO
Fortissimo.
Cuando el león, célebre mensajero de dios, despertaba desesperado por una serpiente
interior, empezaron a sonar los tambores palpitando de forma Adaggio. Paso a tam, paso a
tum, ahogado en el ritmo, busca en las huellas del viento algún corazón devoto dispuesto a
sacrificarse por él. A lo que los violines empezaban a turbar las hojas hasta hacerlas crujir, el
león iba limando su colmillo con intrínseco apetito, perfecta ecolocación innata hasta que,
como palo de agua, hunde sus dientes en cascada en el cuello de la gacela, festín en re menor
de sangre, ocaso otoñal perpetuo, histórico yaraví en si tragedia.
Las soprano lloran majestuosamente entre 3 y 4 octavas desde sus volcánicos senos redondos
para reclamar al cielo quien, como última instancia vital, les responde con una sucesión de
semifusas al corazón.
Llegan más leones y se reparten los muslos, el lomo, se adueñan de sus noches y de sus
instintos. La orquestra sabe lo que se avecina, lo huele, y ragtime en el piano, desesperados
los violines, en escape constante los timbales, se lamentan y suenan perdón. Pero Dios no
escucha, tal vez porque vive en otro cielo, tal vez porque no hay música en los avernos.
Se agitan los timbales, se prepara la repetición musical. No bastaban simples aleteos sonoros
para trucar a la muerte. El pianista rueda en el piso, borbotea su sangre, abismo de rosas. La
orquestra no se resigna. Prisioneros en su melodía, réquiem de su desesperación, temen entre
andante y allegro. Súbitamente suena un do, que qué pasa, el do no concuerda con la escala
de mi menor, es que las soprano, no, ya no importa, sálvense los violines en su soledad. Pero
se ignora si uno sigue tocando, como la vida tal vez, no se sabe si se vive, la música no nos vela
en la muerte.
Con la lentitud del alba la orquestra se fue apagando. Ya solo quedan los tambores quienes
apretándose el corazón simulan cabalgata hacia el horizonte, escapando del día y los
tormentos nocturnos sin sospechar acaso la omnipresencia decrépita de la noche. Se huele el
rojo trágico, se oyen el fin de los días. Ni Chopin ni Bach se atrevieron a arreglar los gritos de la
muerte. Ya apenas se escucha un llanto sincopado. Este apenas tiene color ni ritmo.
Autor: Nicolás Maturana
La luna se hallaba en nosotros. Nos escondíamos entre caricias, intentando
burlar el tiempo, entre la fatalidad del ayer y la incertidumbre de algún otro
cielo. Resolvimos rápidamente nuestras heridas y en escasos suspiros
supimos refugiarnos en la sombra del otro, irradiar espejismos, coincidir
pasados, mientras que trágicas comedias seguían tejiéndose más y más.
Te alcancé y te percibí triste, lejos ya del alba que estiraba su mano
vanamente con tal de hacernos renacer, una vez más. Y mientras te
alcanzaba, mientras tanto te miraba, tú existías, ahí.
Pasaron varios cafés desde entonces y sigo reconociendo tus pasiones
cuando suceden las penurias nocturnas del lobo. Bajo esa luna donde te
viví, te vestí y las costas de nostalgia amenazan eternas. El afecto se me
hace interminable, invocándonos a todos, queriendo ser más que un adiós.
De repente te miro y se deslumbran las miradas, porque nos conocemos,
porque conozco el mapa de tus labios mientras que conoces los recitales
de mis aires. Y de conocernos demasiado, huimos, lejos del saber, de la
existencia y de comprendernos cuando tal vez ahí estábamos, tan certeros,
tan invencibles, tan imposibles.
¿De qué maldición nos salvamos?
Autor: Nicolás Maturana
La noche, continuamente, es la personificación de los deseos: los sentidos
se agudizan y soñamos con hazañas comunes pero irreales, con doncellas
tiernas y sonrisas sinceras.
En una de esas nos encontramos absortos e ingobernables, dejándonos
llevar por susurros cantados de media noche y es quizás cuando de verdad
despertamos, ante nuevo mundo, extranjeros pájaros, extravagantes
versos. Nadie se acordará jamás de nuestra rebeldía, fingiremos creer
en los amores imposibles y besaremos nuestras más crudas mentiras,
intentando salvarnos de la demencia, de la soledad.
Justamente, en un ataque de lucidez, alguien advirtió una mano pintada en
una pared, dejando una melancólica huella de un suspiro. Usted sospecha
bien, porque detrás de esa pared quizás se halle la mujer que nos salve
la vida, no tan lejos de donde los arboles nos vieron nacer, y fue más
revelador aun cuando adivinamos la misma huella en otros portones, en
ventanas y en prófugos globos de la feria. Sí, no podemos evitar dejar un
suspiro como respuesta, a costa de poemas y canciones, de un francés
ridículo, de persecuciones carnavalescas insensatas. Entonces fue cosa
de tiempo y en menos de un par de baladas a la luna, nuestra doncella se
habría camuflado tras cada esquina, constante y lejos, y en honor a las
pesadillas de cabrera, nuestra vida hubiese durado solo un instante.
Entonces ¿A quién deberíamos hacerle caso? ¿No es la metáfora un
recurso frecuente en la vida? Este nada humilde escritor no lo sabe.
Todos en la vida ofreceremos ríos de lágrimas, recorreremos el mundo y
pretenderemos domar la voz de las nubes, todo por una sonrisa. Y tras esa
sonrisa, miraremos atrás y la vida estará pagada.
Autor: Nicolás Maturana
La piel que deseo es la tierra entera
con sus cabellos de acuarela para pintar
unos labios sonrientes.
Esa tierra que anhelo se eleva imposible
a los ojos del hombre
lejos de su imaginación
y su poesía hiere mortal, sin dejar espacio
apenas para cielo alguno.
Porque la tierra es vasta en sus parajes,
donde es ínfima para lo infinito,
hipérbole para mañana,
suficiente e imprescindible para arrancar
aquel bello cielo que quiero.
Y así cuando llores de júbilo, llueva sobre las hojas de mi tierra y se inunde
desde mis pies hasta mi garganta. Y ese único grito que quede sea de
felicidad.
Autor: Nicolás Maturana
con sus cabellos de acuarela para pintar
unos labios sonrientes.
Esa tierra que anhelo se eleva imposible
a los ojos del hombre
lejos de su imaginación
y su poesía hiere mortal, sin dejar espacio
apenas para cielo alguno.
Porque la tierra es vasta en sus parajes,
donde es ínfima para lo infinito,
hipérbole para mañana,
suficiente e imprescindible para arrancar
aquel bello cielo que quiero.
Y así cuando llores de júbilo, llueva sobre las hojas de mi tierra y se inunde
desde mis pies hasta mi garganta. Y ese único grito que quede sea de
felicidad.
Autor: Nicolás Maturana
Vivimos recorriendo un laberinto de silencios.
El hombre se enhebra en el recuerdo de la noche
y teje con sus entrañas un camino de piedra roja
/ conciencia de su paso en la historia /
que con la acción del polvo sembrado solo ha sabido
vestirse de cera y ser caminado por personajes etéreos.
Sin embargo, este hombre al fin se ha parado y se contempla en un charco
de soledad tan solo para escuchar de su viaje, del paso del tiempo y de una
historia estancada.
¿Acaso la llama que habita sus labios, sus ojos, sus oídos ha apagado su
camino?
Teje hombre, teje tus días
con lo que te queda de carne
con la antorcha de tu memoria
con el hambre atrasada y olvidada
con el polvo que son tus huellas y tus sueños.
Habrá de venir un horizonte más cercano, que abrace nuestras penas y que
vista nuestro dolor de luto, una vez por todas.
Autor: Nicolás Maturana
El hombre se enhebra en el recuerdo de la noche
y teje con sus entrañas un camino de piedra roja
/ conciencia de su paso en la historia /
que con la acción del polvo sembrado solo ha sabido
vestirse de cera y ser caminado por personajes etéreos.
Sin embargo, este hombre al fin se ha parado y se contempla en un charco
de soledad tan solo para escuchar de su viaje, del paso del tiempo y de una
historia estancada.
¿Acaso la llama que habita sus labios, sus ojos, sus oídos ha apagado su
camino?
Teje hombre, teje tus días
con lo que te queda de carne
con la antorcha de tu memoria
con el hambre atrasada y olvidada
con el polvo que son tus huellas y tus sueños.
Habrá de venir un horizonte más cercano, que abrace nuestras penas y que
vista nuestro dolor de luto, una vez por todas.
Autor: Nicolás Maturana
Caída libre
Cuando entrecruzan los dedos, cuando calla el silencio, cuando tu escalofrío recorre mi cuerpo, lento. Mientras cantamos somnolientas melodías sobre monos árticos y respiras mi aire, de una sola bocanada se hinchan mis sonrisas y se curva mi pecho. Y es que eres tú, y el vacío que acobija nuestro sueño. La incertidumbre de habitar sobre calzadas de nube difusa.
Autor: Nadsat
Autor: Nadsat
Voz estrangulada.
Sentía parte de su rostro dormido. Sus labios, su barbilla e incluso sus mejillas no eran percibidas como lo haría normalmente, era como si no le perteneciesen.
Sin embargo algo en específico le incomodaba, un músculo entumecido que ya no parecía de importancia para existir.
“Similar a un apéndice”; pensó él.
Con la yema de sus dedos palpó y buscó el elemento de sobra, pronto se dio cuenta de que se hallaba dentro de su boca.
Al encontrar el objeto de su incomodidad y no obtener ninguna reacción de este, decidió que no era más que una molestia y tiró de él.
No sentía dolor, así que tirando y tirando, fue de a poco aflojándolo hasta que se desprendió por completo.
Lo observó durante unos largos segundos: húmedo, ensangrentado, blando como una almohada; cálido.
Aún lo sentía como si no fuera suyo, pero de a poco cayó en cuenta de lo que acababa de hacer.
Se había arrancado la lengua.
El pánico no tardó en invadir su mente y no supo cómo reaccionar. Estaba desesperado, confundido.
En vano intentó ponerla en el lugar al que alguna vez perteneció, rogaba porque esto sucediera, que se arreglara por arte de magia; que se regenerara.
Intento unirla a su cuerpo una y otra vez, lamentablemente ya no había vuelta atrás.
Todo había sido su culpa, sin ninguna emoción fuerte o pensamiento lógico, había perdido su voz. No podía depositar la responsabilidad en nadie más, había actuado por voluntad propia y ahora estaba avergonzado. Se sentía desnudo, estúpido.
Dejó el músculo inerte en el interior de su boca, entre su mejilla y sus dientes.
Aunque sabía que no servía de nada llevar peso muerto con él, le asustaba la idea de perder su lengua irrevocablemente.
Caminó por las calles de la capital cabizbajo, ocultándose entre la multitud. Temeroso, preocupado, miraba en todas direcciones y creía que ellos sabían.
Ellos con sus miradas despectivas, de pena algunos y de indiferencia unos otros cuantos.
No sabía si estaba siendo paranoico o podían leer su mente.
Sentía que su rostro despertaba del adormecimiento y en el fondo de su garganta, su voz estrangulada.
Autor: Levemente anónimo.
Soy sábana
Una brisa helada se cruza en el camino de sus pies descalzos, como un escalofrío electrizante, con los recuerdos palpitando en su piel. Tiene un ritmo nostálgico que invade cada rincón de su pecho, incendia sus párpados la memoria de un ayer.
No llegó hasta pasado el atardecer, con una sábana que se desliza sobre la arena y la vista nublada como la húmeda mañana.
Autor: Sábana
Sueño verde.
Sueño con un jardín botánico en medio de un bosque,
una cabaña eternamente cálida
Una biblioteca personal en cada esquina de la casa,
una cocina con el constante aroma
Paredes por las que se transmiten melodías de ayer,
canciones que detienen el tiempo.
Sueño con gotas de lluvia que se estrellan y forman barro,
árboles que cruzan las nubes
no se distinguen en la neblina.
Sueño verde
Sueño con musgo en mis pulmones
Sueño con largas horas de contemplar,
pestañas que trepan un sauce llorón.
Sueño con el tacto que te entierra bajo hojas secas de otoño,
las astillas incrustadas en el trote de cada mañana
Es húmedo
Todo tan húmedo.
Sueño con volverme el sudor del cielo,
deslizándome por la ventana que da al aromo
Desconfío del sueño
No es más que un sueño
Dudo que sea sólo un sueño
Es suave brisa que te incendia desde adentro,
un cosquilleo en los pies que caminan sobre piedras rugosas.
No creo en el sueño
Es un idioma perdido conscientemente,
un lenguaje único que nace del loco
No cualquier loco;
el loco de remate.
El sueño es una contradicción.
Sueño verde
Sueño con un jardín botánico en medio de un bosque,
una cabaña eternamente inexistente.
Autor: Musgo
Los pasos por no seguir
Camina con sus pasos histéricos
y suenan los golpes de sus tacones neuróticos,
inertes y superficiales
que se envuelven de errores que poco me entienden, descubriendo que hasta los más queridos se vuelven algo inconsistente que me llena de anulación, de manos pequeñas que poco realizan y a cada intento terminan raspando el borde de un profundo pozo.
Así es como se que somos algo amorfo, sin sentido y decadente, casi tan precarios que no dejan huellas más que la ineficiencia misma de una sociedad que no mide sus parámetros y cuando los mide son con los números y personas equivocas.
Así es como se que somos solo cuerpos que caminan a través de un lugar tan inmerecido y tan enriquecido que no parecemos más que simples pulgas colapsando el follaje universal, siendo exploradores de nuestra inestables conciencia; que no piensa ni medita, solo repite los patrones
que nos marcaron los golpes de sus tacones neuróticos,
sus pasos histéricos
y desiguales...
y suenan los golpes de sus tacones neuróticos,
inertes y superficiales
que se envuelven de errores que poco me entienden, descubriendo que hasta los más queridos se vuelven algo inconsistente que me llena de anulación, de manos pequeñas que poco realizan y a cada intento terminan raspando el borde de un profundo pozo.
Así es como se que somos algo amorfo, sin sentido y decadente, casi tan precarios que no dejan huellas más que la ineficiencia misma de una sociedad que no mide sus parámetros y cuando los mide son con los números y personas equivocas.
Así es como se que somos solo cuerpos que caminan a través de un lugar tan inmerecido y tan enriquecido que no parecemos más que simples pulgas colapsando el follaje universal, siendo exploradores de nuestra inestables conciencia; que no piensa ni medita, solo repite los patrones
que nos marcaron los golpes de sus tacones neuróticos,
sus pasos histéricos
y desiguales...
Autor: Kea
La vida perdida
Dio sus primeros pasos mientras su padre lo esperaba al final del camino para
acogerlo con emoción. Fue a la escuela, era distinto de los otros niños, más
inteligente, los otros niños a él no le importaban, pero la presión de su familia era
como una bala atravesando su sien exigiendo más académicamente, pero eso no
era nada. Entro en Oxford a estudiar lo que no quería, pero se graduó fugazmente
y se fue a España, pero no era feliz. Ahora sólo recuerda la depresión, la pequeña
oficina, las noches solo con un cigarro y una lagrima, pasaron los años y lo último
que vio fue la bala atravesando su sien, su fin, simplemente no era feliz.
Autor: Virginia Inés Luna Rojas
Utopía
Palabras fluyen,
sentimientos se desbordan
mi alma vive y la
rutina me apresa.
¡maldita cotidianidad!
¡maldita utopía de libertad!
Y entre gritos desesperados
pregunto al viento:
¿quién haría el favor de liberarme?
pues
ya ni siquiera la magia de las estrellas
me
l l e n a. . .
Autor: Magdalena de la Cerda Onetto
Que florece
Magdalena
Aneladgam
margarita
que florece
de mi
sonrisa
que te regalo
porque te quiero
y
porque tú!
pájaro encerra'o
la necesitas
más
que yo.
Margarita.
Autor: Magdalena de la Cerda Onetto
Flash back
Al despertar comencé a ver todo blanco sin saber que había ocurrido, me dije que fue un accidente y cerrando los ojos recordé la gran curva que me mato, me vi ante ellas mil veces y nunca había pasado nada, pero ese día fue distinto en el sin cesar de mis latidos supe que su sonrisa no decía un nuevamente.
Autor: Monserrat De Terán
Funo La Bomba
Lo único que se escuchaba era mi respiración y la válvula de la "ceresita" agitándose, con agilidad termine el relleno y en un pestañeo vi a través de mi párpado ese rojizo parpadeante tan conocido.
mire mis manos y sonreí
- para variar no traje mi carnet- me dije.
Autor: Leopoldo Stuardo
La coleccionista
Muerte.
Eso es lo que había alrededor de Alma, una joven que era hermosa para su edad, provocaba todo tipo de reacciones a todo a quien se le cruzara, pues claro a quien no le gusta una niña esbelta de cabellos dorados y unos ojos azules como el cielo, con sonrisa de ángel y una mirada tan profunda que penetraba hasta tu alma. Esta niña con solo quince años de edad perdió a toda su familia en un trágico accidente automovilístico, donde sus padres y su pequeña hermana murieron.
Quedando huérfana, quedando sola.
La pobre de Alma sufrió mucho en la soledad, tanto fue que terminó haciendo un pacto con el Diablo, ofreciéndole su corazón a cambio de un poder que haría que las personas que entraran en contacto con ella nunca pudieran dejarla.
Nunca pudieran abandonarla.
Sin corazón, perdió el brillo tan especial de sus ojos volviéndose fríos y vacíos, su mirada triste que le quedo de por vida, fue la única muestra que quedo de sus sentimientos abandonados en lo más profundo del infierno, junto a los recuerdos de su familia.
La niña sin corazón, maldita creadora de una ilusión, si tú te unes a ella de por vida será y si crees que puedes abandonarla ella no te perdonara.
Con la mirada fría y sin corazón no sabía cómo ocupar la razón, para cumplir su cometido
necesitaba a niños perdidos. Su primera adquisición, una joven rechazada por ir en contra de la corriente, siempre juzgada por ser diferente.
-No te preocupes, yo estaré contigo y tu conmigo- dijo Alma, con una falsa sonrisa consoladora.-
Quiero ser tu amiga porque no me importa lo que los demás digan de ti, yo creo que no eres como los demás creen que eres.
-¿Por qué?- dice la joven con el maquillaje corrido- ¿Por qué no les crees a los demás?, es la
verdad, así soy yo, una rara, nadie me quiere, nadie me ama, nadie me acepta, estoy sola.
Alma abrazándola le susurra al oído:
-Tu soledad es mi soledad – le dice con una calma eterna.- Me veo reflejada en ti, y siento lo que tu sientes, algo en ti me recuerda a mí, por lo que necesito que seas mi amiga.
Los argumentos en aquella situación le parecieron a la joven seductoramente racionales, por lo que aceptó ser su amiga. Lo que no sabía es que su alma, en el mismo instante en el que aceptó la mano de aquella salvadora, le fue arrebatada.
Quedando vacía, quedando sin sustancia.
Y así Alma consiguió su grupo de amigos, algunos la llamaban la diosa de los raros, ya que además de que su grupo era conformado por personas las cuales eran constantemente rechazadas y constantemente heridas, ella era una hermosa chica que integraba a cualquier persona que tuviera algún defecto del cual era excluida o que fuera diferente a los demás, extendiendo su grupo a una amplia gama de seres, y por tanto, de almas.
Exquisito banquete de todo tipo de rareza, dime si ¿lo crees tú alteza?
¿Cómo era posible que todas estas personas coexistieran siendo que eran todas de distintos
grupos, de distintos gustos?
Muy simple, Alma era el eje de todas sus temáticas, de todos sus momentos, ellos se sentían
completos con ella y ella nunca más estaría sola.
Tu alma esclavizada por la bruja sin corazón, quedaron condenadas a la sumisión.
Alma llevaba consigo más de veinte condenados, cuando un día un suceso inesperado sucedió.
El amor en el grupo apareció, lo que provocó que la dejaran a ella, el tema central. ¿Cómo era
posible esto? Muy simple, el corazón de aquellos, y de todos en realidad nunca fueron tomados, lo que hacía que pudieran tener sentimientos. Entre estos dos lograron juntos crear un alma nueva complementándose, experimentando otro tipo de felicidad, que no involucraba a esta niña infernal.
La joven niña infernal, con este hecho fuera de lo normal, y con su ira antinatural, se lleva a esas almas al umbral de su propio final.
Las dos jóvenes almas asesinadas cruelmente en el plano espiritual, este hecho logró que Alma perdiera el suficiente poder para retener a todas las demás almas, donde estas lograron escapar y ninguno de ellos dudo en abandonar a aquella alma maldita, quien retornó al principio de su
soledad.
Todas las almas encadenadas, ya libres gritaban acerca de su victoria y la pobre chica sin corazón, en su último chispazo de dolor, arroja sus dos últimas lágrimas acabando completamente con su contenedor.
Y antes del fin exclamó:
-Oh, señor del Abismo cuida mi alma como Alma quería, como quería a su familia, como quería ser feliz, como quería nunca más estar sola, con esa pasión y determinación que hoy acaba- dice antes de saltar al vacío.
El cadáver frío en el suelo se encontró, un vacío contenedor, nadie le lloró en la tierra, nadie le recordó siquiera, fue por siempre olvidada y abandonada. Mientras que la pobre alma de Alma sigue vagando por el infierno, pagando su soledad eterna en una realidad externa, su pobre familia la mira desde arriba, lamentando el momento que provocó su muerte.
Muerte.
Dolor.
Odio.
Autodestrucción.
Fin.
Autor: El escritor maldito del siglo 21.
Eso es lo que había alrededor de Alma, una joven que era hermosa para su edad, provocaba todo tipo de reacciones a todo a quien se le cruzara, pues claro a quien no le gusta una niña esbelta de cabellos dorados y unos ojos azules como el cielo, con sonrisa de ángel y una mirada tan profunda que penetraba hasta tu alma. Esta niña con solo quince años de edad perdió a toda su familia en un trágico accidente automovilístico, donde sus padres y su pequeña hermana murieron.
Quedando huérfana, quedando sola.
La pobre de Alma sufrió mucho en la soledad, tanto fue que terminó haciendo un pacto con el Diablo, ofreciéndole su corazón a cambio de un poder que haría que las personas que entraran en contacto con ella nunca pudieran dejarla.
Nunca pudieran abandonarla.
Sin corazón, perdió el brillo tan especial de sus ojos volviéndose fríos y vacíos, su mirada triste que le quedo de por vida, fue la única muestra que quedo de sus sentimientos abandonados en lo más profundo del infierno, junto a los recuerdos de su familia.
La niña sin corazón, maldita creadora de una ilusión, si tú te unes a ella de por vida será y si crees que puedes abandonarla ella no te perdonara.
Con la mirada fría y sin corazón no sabía cómo ocupar la razón, para cumplir su cometido
necesitaba a niños perdidos. Su primera adquisición, una joven rechazada por ir en contra de la corriente, siempre juzgada por ser diferente.
-No te preocupes, yo estaré contigo y tu conmigo- dijo Alma, con una falsa sonrisa consoladora.-
Quiero ser tu amiga porque no me importa lo que los demás digan de ti, yo creo que no eres como los demás creen que eres.
-¿Por qué?- dice la joven con el maquillaje corrido- ¿Por qué no les crees a los demás?, es la
verdad, así soy yo, una rara, nadie me quiere, nadie me ama, nadie me acepta, estoy sola.
Alma abrazándola le susurra al oído:
-Tu soledad es mi soledad – le dice con una calma eterna.- Me veo reflejada en ti, y siento lo que tu sientes, algo en ti me recuerda a mí, por lo que necesito que seas mi amiga.
Los argumentos en aquella situación le parecieron a la joven seductoramente racionales, por lo que aceptó ser su amiga. Lo que no sabía es que su alma, en el mismo instante en el que aceptó la mano de aquella salvadora, le fue arrebatada.
Quedando vacía, quedando sin sustancia.
Y así Alma consiguió su grupo de amigos, algunos la llamaban la diosa de los raros, ya que además de que su grupo era conformado por personas las cuales eran constantemente rechazadas y constantemente heridas, ella era una hermosa chica que integraba a cualquier persona que tuviera algún defecto del cual era excluida o que fuera diferente a los demás, extendiendo su grupo a una amplia gama de seres, y por tanto, de almas.
Exquisito banquete de todo tipo de rareza, dime si ¿lo crees tú alteza?
¿Cómo era posible que todas estas personas coexistieran siendo que eran todas de distintos
grupos, de distintos gustos?
Muy simple, Alma era el eje de todas sus temáticas, de todos sus momentos, ellos se sentían
completos con ella y ella nunca más estaría sola.
Tu alma esclavizada por la bruja sin corazón, quedaron condenadas a la sumisión.
Alma llevaba consigo más de veinte condenados, cuando un día un suceso inesperado sucedió.
El amor en el grupo apareció, lo que provocó que la dejaran a ella, el tema central. ¿Cómo era
posible esto? Muy simple, el corazón de aquellos, y de todos en realidad nunca fueron tomados, lo que hacía que pudieran tener sentimientos. Entre estos dos lograron juntos crear un alma nueva complementándose, experimentando otro tipo de felicidad, que no involucraba a esta niña infernal.
La joven niña infernal, con este hecho fuera de lo normal, y con su ira antinatural, se lleva a esas almas al umbral de su propio final.
Las dos jóvenes almas asesinadas cruelmente en el plano espiritual, este hecho logró que Alma perdiera el suficiente poder para retener a todas las demás almas, donde estas lograron escapar y ninguno de ellos dudo en abandonar a aquella alma maldita, quien retornó al principio de su
soledad.
Todas las almas encadenadas, ya libres gritaban acerca de su victoria y la pobre chica sin corazón, en su último chispazo de dolor, arroja sus dos últimas lágrimas acabando completamente con su contenedor.
Y antes del fin exclamó:
-Oh, señor del Abismo cuida mi alma como Alma quería, como quería a su familia, como quería ser feliz, como quería nunca más estar sola, con esa pasión y determinación que hoy acaba- dice antes de saltar al vacío.
El cadáver frío en el suelo se encontró, un vacío contenedor, nadie le lloró en la tierra, nadie le recordó siquiera, fue por siempre olvidada y abandonada. Mientras que la pobre alma de Alma sigue vagando por el infierno, pagando su soledad eterna en una realidad externa, su pobre familia la mira desde arriba, lamentando el momento que provocó su muerte.
Muerte.
Dolor.
Odio.
Autodestrucción.
Fin.
Autor: El escritor maldito del siglo 21.
jueves, 25 de septiembre de 2014
Paz etérea
No fue pasión pasión ambivalente,
ni ilusión lejana,
ni indiferencia necesaria,
ni conocidos elocuentes,
fue paz etérea.
En tu voz cálida y calma.
En tu mirada sigilosa, de a veces.
En tu resplandor alegre.
En tus ojos eternos.
En tu boca feliz e imprecisa.
En tu palabra confundida y tibia,
encuentro paz etérea.
Los silencios de epifanías
y las miradas esporádicas
respondían a un puente preciso.
La llave de tus ojos
abrió el silencio necesario,
aunque sólo por un segundo.
Segundos de paz etérea.
Al fin tu ser está.
Espero volverlo a encontrar,
pero por ahora,
me quedo con el recuerdo etéreo,
como un éter fugaz y único.
Hablare más quizás
en el próximo tiempo de paz,
pero por mientras,
bastan tus ojos.
La llave es el silencio preciso,
que abren el alma de nuestra paz etérea.
Autor: Lobo Lunar
Reencuentro
Estaba de vuelta en aquel castillo que tanto marcó mi vida. Sus imponentes salones y sobretodo las terrazas con vista al mar, evocaban a mi infancia. La nostalgia acarició mi cuerpo por un momento. Sólo un breve momento. Llegaba la noche y la marea empezaba a subir. Ya era hora de partir. Tomé mi balde, desenterré mi pala y regresé a casa.
Autor: Verte Loup
Autor: Verte Loup
Yo Leo
Mi nombre es Leo, cada vez que puedo leo. Si los días traen nubes yo me instalo en el sofá, si es que hicieron sopaipillas me acomodo en la camita, y si hay pájaros cantores prefiero tenderme al sol, siempre llevando algo para leer. Largas, cursivas o de formas ovaladas, las letras se ordenan donde quiera que vayas, y si pones atención vas a poder entender lo que con esas frases te quieren proponer. Leo drama, leo comics, Leo ven a comer!!! Me grita mi mamá y tengo que dejar de leer. Tanto ya es lo que he leído que he a prendido muchas cosas, como podar bien una rosa o cuando el tapir quiere comer, se los gustos de Rodrigo y los chistes de Avellana. La lectura me ha entregado mucho de lo que ahora se, para mí es tan importante que cuando preguntan cómo me llamo yo simplemente les respondo: Yo Leo.
Autor: Wolframio
Autor: Wolframio
Eso de los duendes es mentira
Eso de los duendes es mentira, que los describen como seres bajos y barbones, es que ayer yo conocí a uno y a decir verdad era bastante alto, superaba el promedio, estaba bien afeitado y tenía ojos claros. Lo que si es cierto es que lo de ancianos no se los quita nadie. De todos modos él fue muy respetuoso y cordial conmigo, espero que vaya mañana al entrenamiento. Pero les digo, eso de los duendes es mentira.
Autor: Wolframio
martes, 23 de septiembre de 2014
Scéal Anam caillte
Mi auto se estacionaba afuera. Corrí, el instinto me empujaba y me veía presa de este.
Sin darme cuenta, el motor se encontraba encendido, mis manos servidoras sobre el
manubrio y estaba en mi rumbo. Mis manos me conducían hacia un destino incierto.
Parecía ser que mi cuerpo conocía la senda por memoria, pero mi mente aun después
de gran esfuerzo no lograba descifrarla. En ese instante, el conocimiento se va de mi de
forma efímera.
No logro recordar como fue que mis manos siguieron su labor y llegaron al punto exacto,
pero al momento de despertar, sentí que sabia lo que estaba por pasar. Tuve que
estacionar mi auto en la entrada al callejón, ya que de todas maneras no había salida
alguna. Voces empezaron a hablarme, pero no había nadie a mi alrededor. No eran
claras en absoluto, pero lo que hace un minuto era un inmortal y ensordecedor silencio,
se había distorsionado. Traté de concentrarme para entender el mensaje que las voces
entregaban, hasta que una retumbo en mi cabeza. -Encuéntrame - dijo una voz masculina
suavemente, una que había escuchado antes. Miré a mi alrededor, pero era un simple
pasaje, que de descomunal nada tenía. Algo crecía dentro de mi, la voz se hacia cada vez
más fuerte y constante, pero seguía sin encontrarle una cara.
Algo llamó mi atención al final del sendero. Había una banca, junto a un desgastado farol,
y detrás de estos, una vieja pared de ladrillos, decorada con algunas enredaderas.
Aunque estábamos en pleno otoño, la calle se encontraba inusualmente limpia, sin hojas
caídas. Caminé a través de esta. Parecía ser que las casas, que llenaban de color la
estrecha calle, se encontraban habitadas, pero nunca pude saber, ya que la voz no me
dio permiso de distinguir otras ajenas a mi mente. Me senté en aquella banca. -¿Quien
es?- Pregunté a la voz, pero está seguía repitiendo su determinado mensaje, aumentando
su intensidad con cada segundo que transcurría. Estaba perdiendo la calma. Mis manos
se agitaban y sudaban más de lo común. Las limpié con el borde de mi falda y respiré
lentamente. Mi cuerpo me guío otra vez, hasta la entrada de una casa, que se encontraba
al lado de la banca. Las rejas estaban abiertas, así que pase por ellas. El jardín de la casa
estaba algo abandonado, o mejor dicho, sin manteción, pero aún así habían 3 árboles que
brindaban gran sombra, pintados en las raíces por unas margaritas que al sol alababan.
Súbitamente, el aire que me rodeaba se tornó denso y cálido. Sentí como si me ahogara,
pero no por el insólito cambio climático, si no por el inusual impulso de gritar. Quería
sacar todo lo que había oculto dentro de mi ser, pero sabía que la gente vendría
preocupada a ver que sucedió. A unos pasos, surgía la puerta de entrada al lugar. Era
una enorme puerta hecha de roble, con una pequeña insignia dorada. Sin titubear la abrí.
Di unos pasos dentro de la casa, y la voz se silenció. -¿Hay alguien?- pregunté en voz
alta, sin recibir respuesta alguna. Avancé a la primera habitación, era un salón. Se
encontraba un sillón rojo, bastante sucio, a un lado de la habitación, y al otro, un televisor.
Entre ambos una mesa de café, decorada con un ramo de flores bañado en polvo. Nada
de extraordinario ahí, así que me dirigí al siguiente piso. Habían varias habitaciones, pero
una puerta evocó un recuerdo de la infancia, que no fui capaz de retener. Entré por
aquella puerta, y lo vi. Tendido sobre la cama, estaba el. Me vi, saltando y riendo sobre
esa misma cama, a la edad de 7 años, la inocencia reflejada en el rostro. Junto a mi había
un niño de similar edad, con cabello oscuro e inmensos ojos cafés. Me vi, sentada sobre
esa cama, a la edad de 12 años, acompañada del mismo niño. Me dio algo especial, que,
por lastima, en algún momento olvidé: un beso, uno real. Ahora, nos veo, el descansa
sobre esa cama, rodeado de píldoras y con profundas marcas en los brazos, y yo,
apoyada en el marco de la puerta. Seguía respirando, pero tan levemente que no había
nada por hacer. Luego, su pecho se detuvo. Parecía sumido en un profundo sueño, pero
sus bellos ojos abiertos lo negaban. Grité, grité como jamás lo había hecho, hasta que
sentí que mi alma se desvaneció.
*
Un tiempo después, escuché las sirenas. Seguía apoyada sobre el borde de la cama. Uno
se acerca y me toca por la espalda. Me di cuenta de que mis párpado estaban
húmedos y pesados, probablemente lloré por un buen rato, pero debo haberlo olvidado.
Me ayudaron a levantarme y quise irme, pero me detuvieron. Me llevaron a la habitación
contigua y comenzaron a cuestionarme, pero negué todo. -No lo conozco, no recuerdo
como llegué aquí. -repetía y repetía. En partes era cierto, no recuerdo como llegué hasta
aquí, ni tampoco muchas cosas sobre el más que imágenes que circulaban en mi mente,
como si hubieran sido un simple sueño. Pero había algo que no pude captar, aunque
estuviera ahí, el mensaje me fue imposible de descifrar: su nombre. Al fin, después de
una larga espera, me dejaron ir. Debían ser pasadas las 3:00, pero el hambre aún no
ejercía un efecto en mi. Camine hasta mi auto, y conducí un buen rato. Me dirigí a mi
hogar, que se encontraba vacío. No hallé nada que hacer, así que me dirigí a la cama. Mi
vista se torno borrosa y el cuerpo estaba pesandome. Me vi hundida en un profundo
sueño. -Banshee- dijo una voz en mi mente. Mis ojos se abrieron. Me levante rápido,
como si la vida dependiera de mi velocidad. Mi auto se estacionaba afuera.
Corrí, el instinto me empujaba y me veía presa de este.
Sin darme cuenta, el motor se encontraba encendido, mis manos servidoras sobre el
manubrio y en mi rumbo estaba. Mis manos me conducían hacia un destino incierto.
Autor: JUNIO.
+ Las banshees ('alma en pena' o‘mujer de los túmulos’) forman parte del folclor irlandés.
Son espíritus femeninos que, según la leyenda, se aparecen a una persona para
anunciar con sus gemidos la muerte de un pariente cercano. Son consideradas hadas y
mensajeras del otro mundo.
Sin darme cuenta, el motor se encontraba encendido, mis manos servidoras sobre el
manubrio y estaba en mi rumbo. Mis manos me conducían hacia un destino incierto.
Parecía ser que mi cuerpo conocía la senda por memoria, pero mi mente aun después
de gran esfuerzo no lograba descifrarla. En ese instante, el conocimiento se va de mi de
forma efímera.
No logro recordar como fue que mis manos siguieron su labor y llegaron al punto exacto,
pero al momento de despertar, sentí que sabia lo que estaba por pasar. Tuve que
estacionar mi auto en la entrada al callejón, ya que de todas maneras no había salida
alguna. Voces empezaron a hablarme, pero no había nadie a mi alrededor. No eran
claras en absoluto, pero lo que hace un minuto era un inmortal y ensordecedor silencio,
se había distorsionado. Traté de concentrarme para entender el mensaje que las voces
entregaban, hasta que una retumbo en mi cabeza. -Encuéntrame - dijo una voz masculina
suavemente, una que había escuchado antes. Miré a mi alrededor, pero era un simple
pasaje, que de descomunal nada tenía. Algo crecía dentro de mi, la voz se hacia cada vez
más fuerte y constante, pero seguía sin encontrarle una cara.
Algo llamó mi atención al final del sendero. Había una banca, junto a un desgastado farol,
y detrás de estos, una vieja pared de ladrillos, decorada con algunas enredaderas.
Aunque estábamos en pleno otoño, la calle se encontraba inusualmente limpia, sin hojas
caídas. Caminé a través de esta. Parecía ser que las casas, que llenaban de color la
estrecha calle, se encontraban habitadas, pero nunca pude saber, ya que la voz no me
dio permiso de distinguir otras ajenas a mi mente. Me senté en aquella banca. -¿Quien
es?- Pregunté a la voz, pero está seguía repitiendo su determinado mensaje, aumentando
su intensidad con cada segundo que transcurría. Estaba perdiendo la calma. Mis manos
se agitaban y sudaban más de lo común. Las limpié con el borde de mi falda y respiré
lentamente. Mi cuerpo me guío otra vez, hasta la entrada de una casa, que se encontraba
al lado de la banca. Las rejas estaban abiertas, así que pase por ellas. El jardín de la casa
estaba algo abandonado, o mejor dicho, sin manteción, pero aún así habían 3 árboles que
brindaban gran sombra, pintados en las raíces por unas margaritas que al sol alababan.
Súbitamente, el aire que me rodeaba se tornó denso y cálido. Sentí como si me ahogara,
pero no por el insólito cambio climático, si no por el inusual impulso de gritar. Quería
sacar todo lo que había oculto dentro de mi ser, pero sabía que la gente vendría
preocupada a ver que sucedió. A unos pasos, surgía la puerta de entrada al lugar. Era
una enorme puerta hecha de roble, con una pequeña insignia dorada. Sin titubear la abrí.
Di unos pasos dentro de la casa, y la voz se silenció. -¿Hay alguien?- pregunté en voz
alta, sin recibir respuesta alguna. Avancé a la primera habitación, era un salón. Se
encontraba un sillón rojo, bastante sucio, a un lado de la habitación, y al otro, un televisor.
Entre ambos una mesa de café, decorada con un ramo de flores bañado en polvo. Nada
de extraordinario ahí, así que me dirigí al siguiente piso. Habían varias habitaciones, pero
una puerta evocó un recuerdo de la infancia, que no fui capaz de retener. Entré por
aquella puerta, y lo vi. Tendido sobre la cama, estaba el. Me vi, saltando y riendo sobre
esa misma cama, a la edad de 7 años, la inocencia reflejada en el rostro. Junto a mi había
un niño de similar edad, con cabello oscuro e inmensos ojos cafés. Me vi, sentada sobre
esa cama, a la edad de 12 años, acompañada del mismo niño. Me dio algo especial, que,
por lastima, en algún momento olvidé: un beso, uno real. Ahora, nos veo, el descansa
sobre esa cama, rodeado de píldoras y con profundas marcas en los brazos, y yo,
apoyada en el marco de la puerta. Seguía respirando, pero tan levemente que no había
nada por hacer. Luego, su pecho se detuvo. Parecía sumido en un profundo sueño, pero
sus bellos ojos abiertos lo negaban. Grité, grité como jamás lo había hecho, hasta que
sentí que mi alma se desvaneció.
*
Un tiempo después, escuché las sirenas. Seguía apoyada sobre el borde de la cama. Uno
se acerca y me toca por la espalda. Me di cuenta de que mis párpado estaban
húmedos y pesados, probablemente lloré por un buen rato, pero debo haberlo olvidado.
Me ayudaron a levantarme y quise irme, pero me detuvieron. Me llevaron a la habitación
contigua y comenzaron a cuestionarme, pero negué todo. -No lo conozco, no recuerdo
como llegué aquí. -repetía y repetía. En partes era cierto, no recuerdo como llegué hasta
aquí, ni tampoco muchas cosas sobre el más que imágenes que circulaban en mi mente,
como si hubieran sido un simple sueño. Pero había algo que no pude captar, aunque
estuviera ahí, el mensaje me fue imposible de descifrar: su nombre. Al fin, después de
una larga espera, me dejaron ir. Debían ser pasadas las 3:00, pero el hambre aún no
ejercía un efecto en mi. Camine hasta mi auto, y conducí un buen rato. Me dirigí a mi
hogar, que se encontraba vacío. No hallé nada que hacer, así que me dirigí a la cama. Mi
vista se torno borrosa y el cuerpo estaba pesandome. Me vi hundida en un profundo
sueño. -Banshee- dijo una voz en mi mente. Mis ojos se abrieron. Me levante rápido,
como si la vida dependiera de mi velocidad. Mi auto se estacionaba afuera.
Corrí, el instinto me empujaba y me veía presa de este.
Sin darme cuenta, el motor se encontraba encendido, mis manos servidoras sobre el
manubrio y en mi rumbo estaba. Mis manos me conducían hacia un destino incierto.
Autor: JUNIO.
+ Las banshees ('alma en pena' o‘mujer de los túmulos’) forman parte del folclor irlandés.
Son espíritus femeninos que, según la leyenda, se aparecen a una persona para
anunciar con sus gemidos la muerte de un pariente cercano. Son consideradas hadas y
mensajeras del otro mundo.
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