jueves, 18 de septiembre de 2014

Discurso titular.

Se permitió inventarse una realidad,
muchas en verdad.
Callejuelas, venas, llantos, risas,
ecosistema de emociones introvertidas que,
como una ave en el bazar, encerrada,
deseaba la platónica libertad.

Susurró,
asumió que la luz era suya,
que su ser imperaba sigiloso al resto,
pero no existía más que como un peón.
No era humano.
No era Dios.
Enamorado acarició a la brisa,
y ésta no lo acarició de vuelta.
Derrotado sedujo a la botella,
y no supo por qué seguir sin risa,
perdida...
ya no tenía ni vida.

Yo no tenía vida,
me la arrebató una ilusión
abstracta, ambigua, amada.
Los versos terminaron siendo
la senda única,
la única arma.

Parado en el podio donde se difuminan
los infinitos rostros de jueces y testigos,
la voz se hizo silencio.
Su ser no era carne,
ni era hueso.
No era eterno,
no era del tiempo,
no era amor...
su ser era una canción que no suena.
Entonces para pasar las penas,
y sin tener que inmiscuirse violentamente a sus venas,
se adentro a un mundo de tabúes que supuso segregados,
y estos continuaron sigilosamente,
años,
eones,
no había espacio para la mente.

Tropezó por barrios toscos
con tiempo impreciso y ojos cerrados.
El reloj,
la cadena de oro,
la armónica, el piano,
el cancionero,
el poema, el cuento;
todo se disuelve en el viento.
La felicidad fugaz e inexacta
juega con los títeres de los ilusos,
que disfrutan silenciosos del teatro de la inocencia.
Pero hay gente en las calles,
y en los valles,
fuera de éste burdel
de promesas veloces y aleatorias,
ilusiones que prometen destino,
goce,
amor,
y vino.

Nada de aquello en verdad sucedió.
Quizás... porque no hay realidad,
o porque ésta se esconde entre los payasos del teatro.
Espera, me voy a fumar un rato.

Despierto,
altivo al alba,
atento,
vívido.
Rompo las cajas,
levanto al sol;
la gallina canta y abre las alas.
Es de madrugada aún,
el tenue día aún recuerda al de ayer,
que fumado se perdió,
atrapado en las colillas y en los versos.
El viento no se lo ha llevado.
He de volver a comenzar,
he de llorar lejano a los sueños
muertos en el tiempo,
que se olvidan sólo aveces,
o he de interiorizarlos para mantener la lucidez.
No es lúcido amarte.

He de inventarme,
como cada día que se extravía la voz,
una realidad.
Sobrevivió sólo ésta canción.
Escúchame discursear.
No soy titular,
sólo soy un joven con lápiz, papel, y alma de pan.

Gracias.

Autor: Lobo Lunar

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