¿Cuánto tiempo ha pasado desde que me di cuenta, de que ya no estoy sentado en aquella
banca del gigantesco parque Misori Laurence?, la verdad, ¿Dónde me encuentro? Se
preguntaba una y otra vez el respetado y trabajador señor Tranquelensti, mientras su
imaginación volaba por la inmensidad de brisas marinas que cruzaban el nostálgico balcón de
sus recuerdos pasados, los cuales ya no podía presenciar en carne viva, ni discernir a plena
vista, Se cuestionaba.
¿Mi vida ha sido un engaño?, ¿Nuestra vida ha sido un engaño?, ¿O qué?, tan solo una
mentira piadosa, en respuesta a mis compromisos con la humanidad en nuestra civilización de
hoy en día, es como decir que lo que conocemos como principal y primordial era tan solo una
música de fondo en una obra teatral con un contenido político fuerte y crítico.
A que me refiero con esto. Desde el momento en que me senté en esta sucia y roñosa banca,
que por no ser más roñosa si era más acogedora que las otras bancas del enorme y
remodelado parque, ya que era la única que se conservaba intacta desde hace mucho tiempo,
por lo que todavía no levitaba y se mantenía bien pegada al sementó sobre sus cuatro pastas
que la sostenían, pero Bueno, no vamos a entrar en detalle. Regresando a aquel momento
tan cotidiano y estable de ese exacto momento, en que mi cuerpo lleno de ansias de reposar
la colación de las diez y treinta se inclina hacia atrás preparándose para el prolongado suspiro,
que acompaña a un cariñoso bostezo, el que acaricia todos los rincones de mi cuerpo,
buscando pensamientos estresantes que desalojar y al fin, le da paso a la tranquilidad de un
descanso lleno de plenitud, como es costumbre de cualquier día de la semana a esa hora.
Pero esta vez, todo se dio vuelta y sin dar aviso previo ni silencio desconcertante.
Siempre era lo mismo, cruzar la avenida Misori Laurence, saliendo de la empresa textil Misori
Laurence, en dirección a los aposentos de la merienda y el olvido momentáneo de las
responsabilidades tan agotadoras, pero que por supuesto, traen las recompensas claro está,
aquellas que tanto necesitamos y como era costumbre esperaba con ansias la llegada del fin
de mes.
Como les iba contando, todo era normal, pero no se mantuvo así. Me paso que mucho tiempo
después del suceso me preguntaba a mí mismo si lo que paso aquel día fue una treta del
destino para hacerme ver algo a mí, o quizás fue para todos igual, pero en distintas
posiciones. Lo único concreto que se es que ese día todo cambiaria en mí, todo punto de vista
y perspectiva posible tanto imaginable y predecible como nunca conocidos.
En el momento en que solté mis músculos y me deje ir hacia el viejo y olvidado asiento, la
atmosfera se transformó de manera tenebrosa y radical. Tenía la sensación de que todo se
movía en cámara lenta y cada pequeño milímetro que se va moviendo mi cuerpo era una
eternidad en la guarida de los rufianes más peligrosos existentes, ósea me aventuraba sin
disposición a mares desconocidos, pero con el claro presentimiento de peligro, era como entrar
al triangulo de las bermudas y saber que mi pequeño e insignificante barco desaparecería en
la odisea del desafortunado. A esto se le agrego la desagradable noticia de que la presión en
mis oídos aumentaba más y más con el paso de los eternos segundos que sin piedad
arrasaban con la concepción de la señora cordura a la cual me intentaba aferrar como un loco
enamorado, despavorido, desesperado, histérico e inundado de la salvaje desesperación, de
no querer soltar el amor traicionero de la vida como la conocemos, aferrándose con las
mugrientas y ennegrecidas garras de él no entender nada. Pero de alguna manera entendía
que pronto desaparecería tanto ella como mi duda y yo quedaría como un teléfono público al
cual se dejó sin colgar, uno que marca un repetitivo sonido de espera, valga la redundancia
claro, esperando que alguien o lo cuelgue de una vez, o marque algún número, para así
cumplir su función habitual .
¿Qué ha pasado?, ¿Dónde están todos?, fue lo primero que me pregunte y que se repitió por
un amplio momento de dudas que me perturbaban. Pero no había respuesta alguna, ni mía, ni
de nadie.
Estaba sentado al borde de un abismo existencial, en soledad plena, lanzándole piedras a la
laguna mental que detenía el flujo paralizado de mis antiguos sentimientos, los cuales en
alguna manera me recordaban lo que era sentir afecto por la demás gente y por este mundo
existente en el que nos visualizamos a diario. Mi visión ahora era neutra y objetiva pero por
supuesto, sin esa pasión y emoción reconfortante en la que nos apoyamos frecuentemente. Lo
que no quería decir que me sintiera mal ya que no habían extremos, ni altos ni bajos, ni
izquierda y derecha, ni bueno y malo ni nada de eso.
¿Por qué deje de querer a la gente?, ¿Por qué deje de lado el bondadoso y cálido abrazo del
afecto?, que las situaciones de esta vida me entregaban, no era que me importara, pero me lo
volvía a preguntar sin obtener resultado hasta que de repente algo rompió con mis
interminables conversaciones internas. A lo lejos comenzaba a divisar una persona, la cual
caminaba sola, parecía estar perdida, triste y llorando, de la cual no podía distinguir sexo
alguno a pesar de que estuviera completamente desnuda como asemejaba. La persona aquella
me hacía entrar en un estado desagradable ya que me trasmitía una sensación de abandono y
preocupación por algo que ya no podía comprender, pero intente no preocuparme. En el
momento que desvié mi vista de aquel ente me di cuenta de que ya no era solo uno, sino que
eran miles de millones los personajes llorones que divisaba a lo lejos. Caminando unos para un
lado y otros para el otro sin tiempo ni espacio definido y con la rara característica de no poder
verse ni percibirse entre ellos ya que su atención estaba claramente fija en la falta de algo, me
ilumine de ideas , lo que buscan es lo que les ha quitado esta avalancha sorpresiva de la vida
la cual nos ha pillado de sorpresa, al fin estoy entendiendo, estaba palpando en mi propio ser
aquellos complicados planos multidimensionales los cuales se caracterizaban por ser más
difíciles de entender que los jeroglíficos más antiguos de lo más hondo en la inmensa historia
universal asa que exclame a toda voz.
¡Hey!, escuchen, ¿acaso se volvieron locos?, ¿Acaso perdieron su norte?, vino un gran oleaje
inesperado he hiso que sus embarcaciones las cuales aparentaban tanta seguridad se
hundieran con facilidad en lo más hondo de este profundo y obscuro océano que lleva consigo
el reflejo de un acusador espejo, del cual todavía ni se enteran.
Nadie respondió, asique decidí ya no hablar más. Estaba tan tranquilo a pesar de haberme
agitado, veía toda esa muchedumbre de zombis prisioneros de su propia pena y yo aquí
afuera. Están encadenados a los lujos que para ellos se volvieron necesidades, son drogadictos
desesperados por su dosis diaria de comodidad que ya no los deja de atormentar ahora en su
ausencia.
En ese instante la reflexión de un nuevo, tranquilo y analítico señor Tranquelensti fue
interrumpida, debido a que una enorme y majestuosa ave luminosa paso por encima de su
cabeza, la observo mientras se alejaba, volaba haciendo piruetas y jugando por el infinito
espacio de esta realidad des dimensionada, mientras iba perdiendo su forma y de a poco se
transformaba en tan solo un una aparición luminosa sin forma, la cual lo atraía y le llamaba
todos sus sentidos poniéndole de punta los pelos.
Eso fue lo que le dio el impulso para despertar y pararse de la ya deteriorada pero clásica
banca, del ya no importante y olvidado parque Misori Laurence ya que esa era su señal de
partida, todo eso ya no era necesario en su vida, todo eso ya no tenía relevancia alguna.
Era el momento de emprender su verdadera aventura con el intrépido viajero luminoso de los
cuatro vientos, ya que después de todo ya no era necesario para el volver a la fábrica textil,
pues ya no era como los demás, era hora de aprovechar el caótico pero libertador apagón
torrencial, ya no había necesidad de volver atrás.
Autor: Chilly Willy
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