martes, 23 de septiembre de 2014

Bienvenido compañero

Despertó envuelta en llantos, asustando al marido que se levantó veloz, grito con fuerza preguntando: ¿dónde estaba?, ¿qué le había ocurrido?, ¿qué hombres malos se lo habían llevado?, ella había soñado algo horrible. Yo nunca supe cual fue exactamente el sueño que tuvo esta mujer perdida en los campos de un latifundista extranjero, nunca supe tampoco su nombre.
Una vez en un bar un hombre me conto esta historia, dijo que la mujer de la pesadilla había sido su esposa, muerta hace ya una década, me conto que estuvo 40 años junto a ella, que tuvo 5 hijos, todos con la misma mujer, pues nunca le fue infiel, o por lo menos eso me afirmo en esa noche de cervezas y cigarrillos. Algunos hijos hoy viven en la capital, esa capital temida por los campesinos, esa terrible capital que promete oportunidades de trabajo, estabilidad económica, educación para los críos, mejor calidad de vida. Esa capital discriminadora y contaminada por el germen del consumismo, pero que sin embargo, en tiempos difíciles, llama, y llama con fuerza.
 El hombre se embriago después de la sexta o séptima cerveza. De un momento a otro se largó a chillar. Le pregunte porque razón lloraba, el me contesto que había recordado aquella tarde en que su tercer hijo se fue de la casa, dijo que desde ese día todo en su hogar cambio. La mujer lloraba diariamente, rezaba todos los días, el ambiente de tristeza y desolación se sentía en las paredes de la casa, cada agujero les recordaba a su niño, a ese hijo terco que nunca obedeció.
Yo sentí pena por este hombre, pero  al mismo tiempo me ataco una tremenda curiosidad; quería saber que le había pasado al tercer hijo, quería conocer más de esta historia. Por eso le dije al hombre que se desahogara en mí, que contaba con este hombro para llorar y estos oídos para escuchar, el hombre termino contándome sus recuerdos; dijo que el tercero de sus 5 hijos estaba muerto.-Él pensaba que los patrones eran malos y que supuestamente nos explotaban-, -decía que nos estaban robando, que nos estaban mintiendo-, yo siempre le dije que no fuera estúpido, que trabajara tranquilo, que como se le ocurría decir eso de que nos teníamos que tomar las tierras. Era un muchacho terco, en el fondo era un buen niño, sólo que tenía malas amistades, sus amigos eran uno barbudos desarreglados que le pasaban libros, un tal Carlos marzo o cosas así, yo sabía que esos barbudos le metían mierda en la cabeza a mi muchacho, estos eran unos flojos y la policía los perseguía, la verdad nunca entendí que era exactamente lo que hacían, pero mi patrón los odiaba y con razón, estos querían robarle las tierras que eran de él. Yo por lealtad al patrón tampoco quería a estos barbudos cochinos, creo que se la debía, gracias a el yo tenía trabajo y comida. El me daba 1 papa por cada 50 que cosechaba, me daba 1 litro de leche por cada 30 litros que ordeñaba, era un tipo noble, pero a julio, mi hijo, no le gustaba esta relación. Me trataba de explicar cosas; que la tierra, que la producción, que la comunidad, que los hijos del patrón y los hijos míos, en fin, muchísimas cosas. En diversas ocasiones  le dije que se callara, que era un tarado, un flojo, un traidor, nosotros comíamos gracias al patrón, pero el insistía en decirme que era al revés, que el patrón comía gracias a nosotros, lo cual era una estupidez, ya que la tierra no era nuestra. Si él hubiese querido nos dejaba sin trabajo.
Una tarde como cualquier otra julio se estaba tomando el café. Mientras tanto leía un libro de esos que le daban los barbudos. Yo no sé leer, por eso nunca supe que mierda era lo que leía julio. Después de terminarse la bebida caliente vi que estaban esos delincuentes, uniformados y armados, Julio  empaco una ropa, unos libros y unos artículos personales, el hermano menor, Gabriel, le pregunto: --¿hacia dónde vas?-- él dijo que iba a defender lo que tenía que defender, en ese momento me abrazó y abrazó a su madre, nos dijo que nos quería mucho, que esta decisión que tomaba era probablemente la más importante de su vida, dijo;-tengo que quería cambiar la historia, no soporto más tanta injusticia-. Mi mujer lo agarró del brazo y le grito que no se fuera. Pero Julio estaba decidido. Mientras tanto yo miraba esa escena, sentí cómo una lágrima cayó por mi mejilla, me di cuenta que se me estaba saliendo el llanto, mire a mi hijo con una mirada firme, cosa que viera mi fortaleza, y para no mostrar ningún signo de debilidad, le dije:--vete, conviértete en un forajido, en un ladrón, en un barbudo descuidado, traiciona al patrón, total, a mí ya no me interesa lo que tu hagas--, di media vuelta y me fui, me encerré a llorar en mi cuarto, luego mire por la ventana y vi como a mi hijo le entregaban un fusil, le daban un uniforme, y le decían:-- “Bienvenido compañero”--.
Luego de hablar un rato sobre diversos temas este hombre me dijo que lo único que le quedaba de su hijo era una hoja con algo escrito. Me pidió que se la leyera en voz alta, pues él no podía. Esta decía así:
Estuve en un lugar perdido en un momento de mi vida, un pueblo escondido en unas tierras al sur del norte, al sur de ese norte desconocido, ese norte que llena de esperanza a los sureños, ese norte que nos heredó la religión, las políticas económicas y las doctrinas sociales.
Tan noble fue ese norte que nos hizo el favor de civilizarnos, de enseñarnos democracia y cultura. Eliminó ese cáncer marxista que nos acechaba, nos dio cátedra de historia oficial y nos mostró cual es el camino hacia el progreso, nunca nos aclaró para quien fue el progreso, y tampoco creo que lo haga, es más, tampoco nos dirá para quien es el progreso futuro, de todas formas esto no importa, el mundo y la historia olvidan con facilidad estos detalles.
Gracias a estos vecinos la gente del sur va a misa cada domingo, y algunos van más días. Si no fuera por ellos, los buenos vecinos, en el sur adoraríamos dioses paganos como el sol, la luna y las montañas, ¿se imaginan?, menos mal llegaron a enseñarnos la explotación del hombre por el hombre, a usar el útil concepto de propiedad privada, de lo contrario seguiríamos trabajando en comunidad. Menos mal nos mostraron el valor del dinero, de no ser así trataríamos la tierra como si fuera una mujer, y peor aún, la madre de todos.
Este pueblo sureño tiene que dar las gracias. A los conquistadores, a los virreyes y a la encomienda, gracias por las tasas que jamás se cumplieron, gracias por la libertad de mercado y la esclavitud de la persona, gracias por ocultar la historia, gracias por prohibir, por fingir, gracias por mandarnos a esos demócratas como Batista, Pinochet, Videla y Trujillo, gracias, gracias por librarnos de esos falsos ídolos como el “che”, Allende, Sandino y Zapata.
Gracias a ustedes hoy sabemos que la tierra tiene que estar dividida con líneas imaginarias, y que la gente real se hace matar por mantener esas líneas ficticias, gracias a ustedes hoy aceptamos que existan ricos y pobres.
A veces como joven sureño me pregunto humildemente:
¿Era necesaria tanta ayuda?
¿Requeríamos de tantos favores?

La historia no está hecha para aceptarla. Hay que estudiarla, analizarla y cambiarla.

Autor: Manuel Garcia

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